8 cosas que no sabías de las fiestas de San Isidro en Madrid

Las fiestas de San Isidro son las más populares de todo Madrid. Se celebran durante las dos primeras semanas de mayo, aunque el día clave es el 15, dedicado al patrón de la ciudad. Las principales calles se visten de fiesta, repletas de chulapos y chulapas bailando chotis y comiendo las míticas rosquillas, tontas y listas.

La música y los claveles se adueñan de todos los rincones y, aunque los madrileños están más que acostumbrados, hay algunos aspectos que pocos conocen, como el origen, que no solo es el patrón de Madrid, que tenía mujer e hijo o que hace unos 40 años se celebró un concierto de lo más especial.

Aunque la Pradera es un lugar mítico de las fiestas de San Isidro, no siempre se celebraron allí. Hasta que se construyeron aparcamientos, se hacía junto a la explanada del anterior estadio del Atlético de Madrid, el Vicente Calderón.

Sin embargo, se cuenta que era en la Pradera donde labraba y donde hizo manar el agua que salvó de la sequía a toda la ciudad. Ese manantial de donde se dice que brotan aguas milagrosas, se conserva todavía en la Ermita. Actualmente es la Pradera la que alberga la mayor parte de la programación de las fiestas.

Las populares rosquillas tontas -las básicas- y listas -las glaseadas- no se sabe si provienen de Fuenlabrada o Villarejo. Lo que sí se sabe es que una vendedora del siglo XVIII llamada la Tía Javiera vendía las mejores rosquillas de todo San Isidro.

Tal fama alcanzaron, que otros vendedores llegaron a afirmar ser familiares de esta mujer para vender las suyas. De ahí surgió un sainete: "Pronto no habrá ¡cachipé! en Madrid duque ni hortera que con la Tía Javiera emparentado no esté".

Existen documentos que hablan de estas míticas fiestas en el año 1433. Otros de 1528 hablan de la Ermita que mandó erigir el caballero Juan Vargas en honor a San Isidro, pero fue en 1619 cuando se le beatificó.

Tras el acto se sacó su cuerpo en procesión por las calles de Madrid y desde entonces muchas personas peregrinan a la Ermita para beber del manantial. La primera vez que se celebraron las fiestas fue al año siguiente, el 15 de mayo.

El único documento que se conserva sobre su vida es el códice de San Isidro escrito en latín medieval. Nació en la calle del Águila en 1082, entre La Latina y el Rastro, y falleció en 1172, con 90 años. Para aquella época -y la actual- había alcanzado una vejez muy avanzada.

Además, medía 1'80 metros, algo poco frecuente también por aquel entonces. Vivió en el Madrid mozárabe, cuando todavía se denominaba Magerit. Su primer trabajo fue como pocero y, tanto a este como al que le otorgó fama -labrador-, se dice que siempre llegaba tarde.

San Isidro fue el primer hombre santificado con mujer e hijo reconocidos. Se casó con María Toribia, de la que se separó de mutuo acuerdo y a la que se conoce como Santa María de la Cabeza. Esto es así debido a que su cráneo se veneró como reliquia santa durante siglos.

El matrimonio tuvo un hijo, San Illán, que nunca fue canonizado y tampoco cuenta con fiesta litúrgica a diferencia de sus padres -la de Santa María de la Cabeza es el 9 de septiembre-. Sin embargo, se le atribuyó el 16 de mayo para festejarle, un día después que su padre.

Al contrario de lo que muchos madrileños puedan pensar, el patrón de su ciudad no es solo de ellos. También se venera su figura en más de cien localidades de España, desde Campo de Criptana en Ciudad Real hasta Cervelló en Barcelona, pasando por Badajoz o Rois en A Coruña.

Por si fuera poco, su fama traspasa las fronteras españolas y viajan al otro lado del charco. En Argentina existe una ciudad con su nombre, además de una avenida en la burbujeante Buenos Aires, y en Cartagena de Indias (Colombia) también es un santo honrado.

En plena Movida Madrileña, cuando todos los jóvenes comenzaban a rebelarse contra todo lo establecido hasta entonces, sobre todo en temas culturales y en mayor medida musicales, el entonces alcalde Tierno Galván impulsó las fiestas con uno de los conciertos más recordados de la historia de Madrid.

The Smiths actuó gratis en el Paseo Camoens. Los asistentes, que se cifran en más de medio millón, disfrutaron de un evento único e irrepetible, pues hoy resulta casi imposible que un artista de tal calibre y reconocimiento internacional toque en una calle madrileña a rebosar de gente.