Viajes y letras: tres libros para tres destinos (IV)

"Cuando lleguen al final del camino, entonces, continuen de frente". Theodor Kallifatides.

Libros, libros, libros
Libros, libros, libros / Istock / rihard_wolfram

Hace semanas que no leo, que no leo algo entero: ojeo, chapoteo, pero no me entrego a trescientas páginas, ni a doscientas. La apatía lectora, que llega, que siempre llega, te va dejando un poquito más inerme, un poquito más callado, un poquito menos vivo. Acabo los reportajes de los periódicos exhausto, leo los WhatsApp con desgana, los mails me parecen aburrientes homilías, y cuando voy a un restaurante pido lo primero del menú para no tener que leerlo entero. En fin, un desastre. Para salir del entuerto, me propongo releer tres novelas cortas; de esas que empiezas, parpadeas dos, tres veces y has terminado. De esas que, además, dejan la sensación de haber presenciado algo insólito, irrepetible.

Relato de un náufrago, de Gabriel García Márquez

Gabo (así le llamamos los que creemos conocerle) era un novelista de precisión y fama mundial, sí. Antes de sus grandes títulos, escribió prensa, mucha: columnas (jirafas las llamaba él, por su forma alargada), reportajes (por América y el mundo), y todo tipo de asuntos de actualidad que atravesaba con su mirada costeña y convertía en literatura del día a día. Su mejor obra, para mí, no habla de largas soledades, de otoños de patriarcas ni de amar en tiempos de epidemias: relato de un náufrago es un reportaje, un gran reportaje, de esos de tropecientas palabras que se publicaban antes, y que la gente, además, leía. Muy resumido: un tripulante de un buque militar naufraga en el Caribe, pasa diez días a la deriva sin comer ni beber y se lo cuenta todo a Gabo, que convierte esta hazaña en una pieza del mejor periodismo literario.

El premio nobel colombiano es el retrato del billete más famoso del país

El premio nobel colombiano es el retrato del billete más famoso del país

/ Istock / anamejia18

Bonsái, de Alejandro Zambra

En la primera página te cuenta cómo termina la novela “al final Emilia muere y Julio no muere. El resto es literatura”, y no importa, porque las historias bien contadas se disfrutan en cada recoveco del párrafo, en cada metáfora y quiebre. Bonsái tiene la voluntad de serlo, por eso recorta todo lo que sobra, lo poda con fruición, dejando el esqueleto de la historia, el tuétano de la literatura. En dos horas se lee Bonsái, en cuatro horas se lee dos veces, lo más probable. Por suerte, Zambra tiene tantos otros títulos. No hay orfandad, de momento.

Selva tropical y meandros literarios

Selva tropical y meandros literarios

/ Istock / FG Trade

Un viejo que leía novelas de amor, de Luis Sepúlveda

¿Los libros dicen algo del que los lee? Supongamos que sí. Cuando alguien te recomienda Un viejo que leía novelas de amor te está recomendando un pedazo de su emocionalidad. La novela se desarrolla en la amazonia y se desarrolla tanto y tan bien que de las páginas brotan flores, lianas, cantos. El viejo, la selva y el amor se van a quedar colgados en tus párpados. 

Síguele la pista

  • Lo último